El regreso del Gran Cronopio

enero 27, 2009

Hola, ¿estáis ahí? Sé que hace mucho que falto de estas páginas… Me han pasado muchas cosas. Mi barco fue asaltado por un galeón corsario, a resultas de lo cual hube de convertirme en el temible pirata Roberts… no, espera, ése no era yo… ¡Ah, sí, ya recuerdo!

El viernes pasado al alba estaba luchando por huir de las garras de la muerte. Una gripe malhadada me tenía aprisionado y convertía a un ritmo vertiginoso mi cerebro en moquitos que poco a poco fluían por mis orificios nasales. ¡Jooo! ¡Nadie se cree que me estuviera muriendo! Al fin y al cabo, ¿no morimos desde que nacemos? Pues eso.

Pero he aquí que el corazón humano tiene fuerzas que desconocemos en situaciones ordinarias. Yo había sucumbido unos días antes a la lujuria informática, y había encargado un preciooossso ultraportátil. En lo peor de mi agonía, los dioses miraron sobre mí con clemencia, y me llegó un esemesito de la tienda, dándome la gran noticia: el cacharrito en cuestión estaba ya a mi disposición (y sin haberlo deseado, me ha salido un pareado). ¡Oh, dioses benévolos! ¡Qué mejor remedio para mis males! De repente, sentí que los viruses se batían en retirada, cautivo y desarmado el ejército de sus toxinas. Así que tomé todas las precauciones que una madre recomendaría, i.e.: me vestí como una cebolla, con toda la ropa que tenía en casa, incluida la de verano, y me aventuré al mundo exterior.

Pero los dioses nunca son meramente benévolos. Son, sobre todo, traviesos. Así que llego a la tienda (afortunadamente, a dos manzanas de casa) y saco la tarjeta de crédito para pagar. En ese momento el hechizo perdió su efecto y toda mi sangre se refugió asustada a mis pies. Yo no veo, no oigo y siento que mi centro de gravedad se tambalea. Una persona inteligente (es decir, una mujer), habría dicho al dependiente: «Oiga, señor dependiente, me encuentro mal, ¿sería usted tan amable de dejarme sentar en algún sitio?» Pero, ¡quiá!, no alguien perteneciente al género SSPM (sanosanotepuromachote). El muchacho, por el aquel de que no me fuera engañado, me preguntó: «Sabes que es con linux, ¿no?», y yo moví la cabeza en direcciones cercanas a la vertical, acompañando con un gruñido. Luego continuó: «Y sabes que es la versión inglesa, ¿no?». La cabeza seguía oscilando por inercia, y el gruñido incrementó algo su volumen. Disimulé mi congoja con más voluntad que arte y vislumbré entre brumas que me ofrecía algo para firmar. Alargué el boli en la dirección aproximada donde tal objeto se encontraba y deposité un trazo de tinta sobre el mismo de cuya geometría y extensión no estoy muy seguro. Luego agarré la bolsa con mi tesssooorooo y me di media vuelta.

Ahora comenzaba una gran odisea: salir de la tienda sin apenas ver y con un apego a la gravedad mayor que el de costumbre. Trazé la línea recta aproximada entre mi punto y la puerta, y avancé como un pánzer por las llanuras de Polonia. Tiré uno de esos pivotes que, vete tú a saber por qué, ponen para que la gente guarde cola, y me lancé sobre la puerta, que sin duda había de estar abierta. Un momento, ¿por qué sin dud… El breve instante de lucidez llegó tarde, ya me había pegado un impresionante piñazo contra el vidrio, que retumbó en toda la cristalera del edificio y tres anejos. En ese momento me parece reconocer que, de algún lugar muy lejano, llega un sonido «oigaaaa… oigaaaa…» Sí, era el dependiente, que me tendía algo en la mano, vetetúasaberqué…

Con la dignidad tan herida como mi frente me doy otra media vuelta, con lo mal que eso le sentaba a mi organismo, y me dirijo al mostrador. Afortunadamente, el pivote que había en mi camino no se había vuelto a levantar por sí solo. Agarro lo que me da de mala manera y otra meeeedia vuelta, dios, qué mareo. Llego a la puerta de nuevo. Esta vez recordaba que abierta no estaba, pero aún no me había enfrentado al problema de cómo traspasarla sin tener que confiar en el efecto túnel. Agarré el picaporte con las dos manos y lo giré en un sentido. No cedía. Lo giré en el otro. Tampoco. Lo volví a intentar con más fuerza. Cuando ya volvía a escuchar el «oigaaaa» en el fondo de m cabeza, me colgué de él y la puerta se abrió sola, hacia atrás, con nuevas e hilarantes consecuencias.

Bueno, salí, salí al fin. Me puse fuera del alcance visual de la gente de la tienda, me senté en cuclillas al borde de la acera, saqué el móvil y llamé al race de cronopios, es decir, la pobre rqld, para que me rescatara…

Amadas lectoras, amados lectores. ¿Qué término creen que califica mejor la cronópica aventura que les acabo de relatar? (a) Yvi, la has vuelto a liar parda; (b) Yvi, eres el bombero torero; (c) Otras. ¿Qué opinión creen que merecí del dependiente y los restantes clientes? (a) Joer, a las 12 de la mañana y ya va mamao perdido; (b) Otro freaky que sólo sale a la calle una vez cada dos años, cuando sale un ordenador que le mola, y ni saludar con normalidad sabe; (c) Otras.

Se espera vuestra opinión…

Por cierto: el nombre del ordenador en cuestión es aún materia de debate. Es pequeñito, blanquito y moníiiisimo (un Asus eeepc 900). De hecho, es un ordenador para nenas, aunque sólo sea por el tamaño de las teclas, no caben dedos normales de varón (los míos, sí). Condiciones: tiene que ser nombre de mujer. Candidatos hasta el momento: Audry (por Ms Hepburn y la planta de la tienda de los horrores), Tink (por Tinker Bell, Campanilla en su versión original), Cecilia (por la chica de PHDcomics)…


Las aventuras de los triestes cronopios

enero 13, 2009

No, no se cierra el apartado de las patáforas. Aún no se han otorgado los premios. Habrá una ceremonia de gala, ellas de traje de noche y ellos con elegante smoking, champagne, cotilleos y la prensa internacional en pleno. Pero estos días, chicas y chicos, son raros. Ha comenzado el invierno, para mí con unas semanas de retraso. Feliz solsticio de invierno, Yvi.

La vida sigue, aunque a veces se mire hacia atrás. La exploración de la patáfora como género literario independiente me ha hecho pensar en otros géneros exóticos, como la cronopiada. No puedo explicar en términos simples qué es un cronopio, pero os voy a cascar el texto, escrito hace años por un servidor cuando vivía en el exilio, donde describía una aventura muy cronópica, narrada de esa forma. Hoy no hay concurso, no estoy de humor. Pero lo estaré, y os esperan algunas sorpresas tremendas…

Así trabajan los profesionales

Un reportaje para Triestes Cronopios de su enviado especial en Istria

Corría el día 14 de octubre de 2005. Y cuando digo corría no quiero decir sólo que pasaba. Digamos que había abandonado la velocidad usual a la que van los días, que como todo el mundo sabe es de un segundo por segundo, y llegó hasta a romper la barrera del sonido temporal. Bueno, estoy divagando, y eso no es que sea poco cronopio, que lo es mucho, es que me gustaría contar lo que ocurrió.

Digamos, entonces, que ese día yo, exiliao de la política, tras un mes y medio de encierro en mi torre de marfil científica y de reconcomerme en mi soledad, al fin volvía a Madrid por una semanita. En honor a la verdad, debo decir que mi reclusión era de cuando en cuando atenuada por francachelas apoteósicas, como la que terminó a las tres de la mañana parándonos la policía en un coche en el que conducía una eslovena, e íbamos de paquete un americano (que no lo parece), una española que se siente tal, un catalán que se siente tal y un desubicao que, sin dejar de serlo, es un servidor de ustedes.

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Patáfora

enero 5, 2009

Tus ojos son del azul del mar, e inmensos como él. A veces, calmo. Otras, tormentoso. Tan a menudo me he sentido un náufrago en tus ojos, agarrándome a mi tabla, intentando llegar a tu pupila, mi tierra firme, sin que los tiburones me alcanzasen o los pulpos me atrapasen, viendo cómo mis deditos se arrugaban y necesitando tanto el agua dulce que de otras partes de tu cuerpo extraigo…

Bueno, ese párrafo ha mostrado cómo se realiza el tránsito de la metáfora a la patáfora. Básicamente, es una metáfora llevada demasiado lejos. La tentación es lógica e ineludible: al fin y al cabo, todas las grandes teorías de la humanidad han surgido de tomar una metáfora más en serio de lo que inicialmente se pensaba. Otro día os pondré ejemplos, pero volvamos al tema.

Alfred Jarry dio origen a la `patafísica a través del doctor Faustroll y el Padre Ubú. La `patafísica es a la metafísica como la metafísica es a la física. Así que Pablo López [sé que un nombre en castellano quita caché a la historia, pero…] extendió la idea (patafóricamente) de una linda manera: la patáfora es a la metáfora como la metáfora es a la realidad.

Bueno, os convoco a un concurso de patáforas, que espero que tenga el mismo éxito (o más) que los precedentes ^_^. Va otro ejemplo para que veais a qué me refiero:

Jaime se sentía en la facultad como pez en el agua. Por lo general, nadaba feliz por los pasillos, se escondía entre las anémonas de los despachos y jugueteaba con otros pececillos en los fondos abisales de los laboratorios. Pero he aquí que Jaime se hizo una pequeña herida con un trozo de Concha, la becaria del despacho de al lado, y el gran tiburón blanco del profesor Martínez olió la sangre y se le comió. Fin.

Bueno, buena suerte!!


Guía de perplejos y de novatos

enero 4, 2009

¡Primera entrada del año 2009! Gratis, con el número de hoy, os llevaréis una guía para perplejos y/o novatos, una especie de recopilatorio de los mejores momentos del año pasado. Si lo hacen las cadenas de televisión, ¿por qué yo no? Grosso modo, están clasificados como:

Bueno, no sabemos por dónde soplarán los vientos este año, o hacia dónde nos llevarán los temporales… Pero seguimos contando con vuestra compañía y vuestros comentarios…!