Cosmología: de la A a la B

octubre 23, 2009

El jueves 15, la personalidad pública de Yvi dio una conferencia introductoria sobre cosmología, como parte del año mundial de la astronomía, en la Charlie (también conocida como Universidad Carlos III de Madrid). Ya sabéis, esas cosas que hacen las personalidades públicas. Por algún misterioso motivo, alguien la grabó en vídeo, que podéis ver aquí.

Pero Yvi, ya sabéis cómo es el muchachito, se ha quedado con las ganas de hacer el quichiwebo, que allí no pudo. La charla comenzaba diciendo que la palabra κόσμος (kósmos) significaba en griego clásico «orden», «belleza» (de ahí «cosmética») y, finalmente –cosas de los pitagóricos–, el Universo. Se decía en La insoportable levedad del ser que las metáforas son peligrosas. Ésta ha marcado el curso de una civilización: la idea de que el Universo tiene que estar ordenado, tiene que ser inteligible, tiene que ser hermoso.

¿Lo es, de verdad? Dioses, se dice Yvi, ¡he apostado mi vida por ello! Cada día encuentro más motivo para creerlo. La intuición de unos señores que vestían toga (bueno, más bien un quitón, pero no nos pongamos pedantes) hace ventiséis siglos prevalece en lo más sofisticado de la cultura actual.

Hay algo increíblemente fascinante en la observación del cielo, y la fascinación crece con la profundización. Malo sería si no fuera así…  La Naturaleza es una gran amante, devuelve mucho más de lo que le das, y cuanto más la conoces más la amas.

Una sensación muy similar se tiene cuando se conoce a una muchacha que te atrae con un rostro y un cuerpo hermoso, con unas frases brillantes, con una actitud provocativa y atrevida… y cuando la conoces más descubres que hay mucho más en ella, que es increíblemente inteligente y sensible, que es una gran compañera, que su misma existencia es un milagro. Es terriblemente infrecuente. Aun así, si te ha ocurrido, no entiendes la vida de otra forma.

Buena suerte, os deseo que conozcáis esa fascinación. Y que ese conocimiento no os destruya.


Rehabilitando a Gustavo Adolfo

octubre 7, 2009

(Bécquer, of course)

En estas páginas (o servilletas, según se miren) se ha defenestrado en repetidas ocasiones, de injusta manera, a don Gustavo Adolfo Bécquer. Como poeta, sigo en mis trece, no pasa de mediocre, pero mdl puso en mi conocimiento que el muchacho había gozado de inspiración en áreas limítrofes a la lírica, e.g.: la sátira.

Gustavo Adolfo puso el texto, y su hermano Valeriano los dibujos, de un precioso álbum titulado Los Borbones en pelota. En la imagen vemos a doña Isabel, segunda de ese nombre, en procaz actitud con quien creemos que es Carlos Marfori, uno de sus ministros. El poemilla reza así:

¡Carlos, Carlos, yo lo espero
de tu hidalgo corazón,
métela sin dilación
que ya, por joder, me muero!

Si os resulta familiar, recuerden los versos de doña Inés en el Tenorio:

Don Juan, don Juan yo te imploro
de tu hidalgo corazón.
Arráncame el corazón
o ámame, porque te adoro.

Si disponéis de unos minutos, seguid el link anterior y paseaos por los subsiguientes, para disfrutar de la versión decimonónica de las tiras cómicas. Y a uno se le ocurre pensar, al ver cómo secuestraron el Jueves por un dibujo que… cómo explicarlo… se queda medianito con comparación con los de los Bécquer… ¿seguro que vamos ganando en libertad?